Llegaron las fiestas de pueblo, los conciertos y los festivales, os eventos más anticipados del calendario veraniego. Y, aun que los sintamos inofensivos, los tradicionales petardos suponen la mayor amenaza para la salud auditiva de todos.
Es por ello que se recomienda disfrutar de las fiestas con precaución respecto a la pirotecnia, pues el estallido de esta puede llegar a superar los 120 decibelios, máximo nivel que permite la Unión Europea, y provocar una pérdida auditiva potencialmente permanente.
Nuestro oído, acostumbrado a estímulos casi constantes, empieza a dañarse a partir de los 85 decibelios. Los expertos advierten de que «un estruendo momentáneo, aunque sea de menos de un segundo, puede tener graves consecuencias para nuestro sistema auditivo, ya que este no tiene las defensas adecuadas para soportar este tipo de impactos». Entre los posibles efectos negativos de la exposición a los ruidos repentinos se encuentran la aparición de los acúfenos, caracterizados por la percepción de un pitido constante, y las lesiones en el tímpano.